El peso de esta modalidad de voto ha ido creciendo en Noruega en las últimas décadas y se disparó en 2021 debido a la pandemia de coronavirus, según los expertos. Aunque el día oficial de los comicios es el lunes, cerca de un tercio de los municipios noruegos abrirán mañana sus colegios electorales para quienes quieran votar.
Copenhague .- El bloque gubernamental de centroizquierda llega como ligero favorito a las elecciones legislativas noruegas del próximo lunes, aunque su corta ventaja y el papel de varias pequeñas fuerzas políticas mantienen abierto el pronóstico.
Los últimos sondeos de este sábado dan como ganador al Partido Laborista del primer ministro, Jonas Gahr Støre, con entre el 26 y el 28 % de los votos, por delante del Partido del Progreso (Frp), de corte xenófobo, con algo más del 20 %, y el Partido Conservador, en torno al 15 %.
Un promedio de las encuestas aparecidas este mes, elaborado por la web ‘Poll of Polls’, sitúa al centroizquierda con 88 diputados, frente a los 81 de la oposición, una distancia mayor de la que apuntaban los sondeos durante el verano, algunos de los cuales daban incluso como ganadora a la derecha.
Varias fuerzas políticas del bloque gubernamental y del opositor aparecen cerca de la barrera mínima del 4 %, una situación que podría provocar un cambio en el equilibrio de fuerzas si alguna de ellas no lograse entrar en el Parlamento (Storting).
La subida de la derecha xenófoba
Los sondeos prevén un crecimiento notable del Frp, que parece consolidado como primera fuerza del bloque de derecha y podría doblar sus votos tras tres elecciones legislativas retrocediendo.
Con un discurso centrado en la inmigración, el endurecimiento del Código Penal y las rebajas fiscales y favorable a ampliar la explotación petrolera, el Frp se ha asentado como referente de la oposición, a pesar de las reticencias de su líder, Sylvi Listhaug, a declarar públicamente que aspira a ser primera ministra.
Listhaug ha deslizado que la fuerza más votada debería gobernar, mientras que la ex primera ministra conservadora Erna Solberg —en cuyos anteriores gobiernos (2013-20) ocupó varias carteras aquella— ha reiterado muchas veces que ella es la candidata del bloque de derecha, condición refrendada por el resto de fuerzas aliadas.
Støre no ha dudado en quién es su rival: no sólo ha señalado a Listhaug como líder de la oposición, sino que ha realizado varios debates cara a cara con ella.
El primer ministro noruego ha reiterado también estos días su intención de gobernar en solitario en minoría la próxima legislatura, si el centroizquierda gana los comicios, aludiendo a las diferencias con los partidos más a la izquierda, aunque se abre a colaborar para negociar unos hipotéticos presupuestos.
Una campaña dominada por temas económicos
La campaña electoral ha estado marcada por temas como los precios elevados, especialmente de los alimentos, la política fiscal, el precio de la vivienda o la posible eliminación del impuesto al patrimonio.
Mientras los laboristas abogan por mantener los impuestos en el nivel actual, algunos de sus socios defienden subírselos a las rentas más altas y, la derecha, promete rebajas generalizadas, además de eliminar el impuesto al patrimonio.
Las discusiones también han girado en torno a temas como el precio de la electricidad, el medioambiente y el futuro de la explotación petrolera y gasística en el principal exportador de crudo de Europa Occidental.
Los partidos más a la izquierda defienden un desmantelamiento progresivo de la actividad petrolera, mientras los laboristas apuestan por mantenerla pero reduciendo emisiones y conservadores y «progresistas» quieren estudiar su apertura a otras zonas.
La política migratoria, la sanidad, la seguridad y la relación con la Unión Europea (UE) -de la que no forma parte Noruega, aunque sí del Espacio Económico Europeo (EEE)- también han tenido peso en la campaña.
El peso del voto anticipado
Más de 1,9 millones de noruegos ya han votado por anticipado, el 47 % del total de electores registrados y 200.000 más que en 2021, lo que constituye un récord.
Esa cifra equivaldría al 61 % de los votantes si se mantiene la participación de hace cuatro años, que ascendió al 77,2 %.
EFE
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